Altar de Muertos







El Altar de Muertos es una parte fundamental de la celebración del día de muertos en México, que representa una de las principales tradiciones de la cultura popular mexicana y tal vez una de las más conocidas en el mundo. Actualmente está protegida por la UNESCO como patrimonio de la humanidad.
Aunque dicha celebración se practica en diversas partes del mundo, en México, debido a la fusión de las culturas precolombinas con el mundo occidental, dio por resultado una nueva cosmovisión de marcadas implicaciones estéticas y culturales que han trascendido al acto mismo.
Esta celebración tiene su origen en el mundo precolombino como una festividad de las cosechas del otoño donde se celebraba la abundancia de los dones de la tierra, con la llegada de los españoles y la fusión de tradiciones con la liturgia católica se convierte en la conmemoración de la memoria de los difuntos que en el santoral se divide en Todos los Santos, el 1 de noviembre, para recordar a los niños muertos, y el día 2 para los fieles difuntos, que recuerda a los adultos fallecidos.
Esta celebración cuenta con múltiples expresiones que varían de región en región, destacando la de Pátzcuaro (en Michoacán), la del Festival de Xantolo (en el norte de Veracruz), o la de Míxquic (que en lengua náhuatl significa el lugar de los muertos) en el Distrito Federal, donde al igual que en casi todo el país la gente asiste a los cementerios a limpiar las tumbas, llevar flores, rezar y platicar con los difuntos.
Sin embargo, la más arraigada de las tradiciones es aquella que consiste en instalar altares domésticos dónde son honrados los muertos de la familia, recreando sus gustos y placeres disfrutados en vida. La característica que hace única a esta tradición es la certeza de que los muertos realmente regresan a este mundo a convivir con sus deudos durante un día, departiendo con ellos, consolándolos y confortándolos por su pérdida.
Para ello es importante que la casa anfitriona se prepare con una serie de elementos y simbolismos que darán la bienvenida al fallecido, así como facilitarle su viaje desde el más allá.
A continuación mencionaremos algunos de los elementos básicos de los altares en el centro del país, considerando que algunos cambian de región en región y hasta de familia en familia, según sus creencias, ideología o nivel social, pero conservando algunas constantes.

EL ALTAR

Se coloca en un lugar prominente de la casa. Dependiendo del tamaño, se utiliza una repisa, consola, mesa o incluso una habitación, ya que hay quienes lo extienden al piso mismo. Consta de siete niveles, que simbolizan los siete escalones del purgatorio por los que debe de pasar el ánima antes de llegar al cielo.

EL ARCO

Marco semicircular adornado con flores que se ubica en la cúspide del altar, simbolizando la puerta de entrada al cielo.

LOS NIVELES

Representan los estratos de la existencia. Se hacen con cajas de cartón, huacales (cajas hechas de varas), ladrillos etcétera. Normalmente son tres (el cielo, la tierra y el inframundo), aunque existen dos variantes: la de dos (el cielo y la tierra), o siete (los niveles del infierno, el purgatorio y el cielo, según la tradición católica).

LOS CUATRO ELEMENTOS

Son las representaciones del viento (papel de china picado), el fuego (veladoras), la tierra (los frutos, pan o en otros casos cenizas) y el agua (colocada en un pequeño vaso que además cumple otras funciones).

LOS RETRATOS

Fotografías o pinturas de los difuntos que se colocan en la parte más destacada del altar para ser los celebrados. Hay quienes acostumbran poner los retratos de espalda y frente a ellos un espejo, para que así el fallecido sólo pueda ver el reflejo de su deudo y viceversa, recordando que pertenecen a diferentes mundos.

LAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO

Imagen o cromo de las benditas ánimas del purgatorio, para facilitar la salida del difunto si éste se encontrara en el purgatorio o el infierno por portarse mal.

LAS CRUCES

Se acostumbra colocar una cruz, pequeña de sal en la base del altar que representa la pureza de las almas, o una cruz de ceniza que le ayudará a salir del purgatorio.

EL AGUA

El agua es de suma importancia y tiene múltiples significados. Un vaso de agua clara y fresca permitirá a los muertos refrescar sus labios después del viaje desde el inframundo; también refleja la pureza de sus almas y el amor que por ellos siente el deudo. Asimismo, es el reflejo del ciclo continuo de la regeneración de la vida y la muerte, promesa de fertilidad. También le permite al fallecido limpiar su reflejo al llegar a la casa del convite, por lo que hay quienes acostumbran colocar un pequeño aguamanil o jícara con agua, junto a un jabón y una toalla, para el aseo de los muertos.

LAS FLORES

La tradicional flor de zempazuchitl es uno de los elementos más típicos de los altares. Se coloca en ramos para adornar el recinto y con sus pétalos se delimita el espacio del altar y se hace un camino que indicará la ruta a los muertos.

LA LUZ

El inframundo es un espacio oscuro, y el camino hacía nuestro mundo necesita de una guía, por ello las veladoras y cirios son primordiales. Su significado y distribución en el altar varían y se prefieren las veladoras de color morado (color de luto en la liturgia católica) o blancas. Hay quienes colocan al centro cuatro cirios que indican los cuatro puntos cardinales; también se hace un camino con veladoras o se delimita el altar con ellas. Se acostumbra asimismo colocar una veladora frente a los retratos, una por cada difunto, y al encenderlas se susurra su nombre para invocar su presencia. También se acostumbra colocar candeleros con velas moradas. Una tradición indica que siempre se coloquen las veladoras en número par.

LAS CALAVERAS

Las calaveras de azúcar con adornos de colores, de fuerte influencia barroca, representan a los vivos y recuerdan de forma festiva la irremediable muerte. Se acostumbra que niños y niñas" pidan calaverita" cantando versos a cambio de monedas para comprar una calavera con su nombre que se coloca en el altar y al término del festejo se come. Hay quienes colocan tres grandes calaveras que representan la santísima trinidad.

Algunos versos para pedir calavera dicen:

Ya murió la cucaracha
Ya la llevan a enterrar
Entre cuatro zopilotes
Y un ratón de sacristán.

Calavera vete al monte
No señora, porque espanto
Pues, ¿A dónde quieres irte?
Yo señora, al camposanto.

EL PAN

El pan representa no sólo la generosidad del anfitrión, sino la de la tierra misma. Se acostumbran panes en forma de "muertitos" (p.e. en Pátzcuaro o en la selva potosina). En el valle central se acostumbra el pan de anís en forma de domo redondo, con adornos que semejan huesos, espolvoreado de azúcar.

EL TRAGO

Muchas personas acostumbran colocar una botella o “caballito” de tequila o mezcal, un vaso de pulque, o la bebida alcohólica que agradaba al difunto o difunta, para indicarle que la celebración es en su honor.

EL COPAL

Un pequeño brasero con copal purifica el ambiente para recibir a los fallecidos. Hay quienes lo sustituyen por incienso.

EL CONVITE

Colocar la comida que era del agrado de los fallecidos es una de las costumbres más íntimas y personales de este festejo. Es común que las mujeres cocinen desde días antes tamales, mole, arroz, calabaza en tacha, etcétera. La comida es para el alma visitante y para los deudos. Con especial alegría, se acostumbra preparar los platillos más condimentados que lo normal para que los muertos puedan disfrutar de su esencia. La comida se coloca en el segundo nivel del altar (el de la tierra).

LOS RECUERDOS

En el altar se colocan artículos pertenecientes a los difuntos: instrumentos de trabajo, lecturas preferidas, discos, cigarros (si fumaban) y todo aquello que amaban y acostumbraban en vida.

LOS ADORNOS

El arte popular mexicano produce una interminable colección de adornos relacionados con la festividad de muertos: hermosas miniaturas de entierros, velorios o cementerios (o representando escenas de la vida cotidiana) con esqueletos como personajes realizados en cartonería, barro o yeso (típicos de la ciudad de México); figuras conocidas como alfeñiques, realizadas con azúcar, huevo, miel de maíz, almendras, etcétera, por maestros artesanos del valle de Toluca y otras regiones del país (en realidad las calaveras de azúcar son alfeñiques). Hay adornos realizados en madera, y desafortunadamente hoy también en plástico, como los esqueletos articulados. También vemos reproducciones de las célebres calaveras del maestro grabador José Guadalupe Posada.
Desgraciadamente muchos de estos adornos se confunden y se ven desplazados por los de la celebración anglosajona de Halloween.

El festejo

Comienza cuando una persona de la casa (normalmente la madre) enciende las velas del altar susurrando los nombres de los difuntos. Se reza pidiendo el favor de Dios para que los difuntos lleguen con bien. Los familiares se sientan a la mesa (comúnmente frente al altar) y comparten la comida (sin comer la destinada a los muertos). Se escucha la música que les agradaba y les platican sobre las novedades de la familia, anécdotas de su paso por este mundo. Se les pide que intercedan ante Dios para que los ayude (a los deudos) a soportar los problemas cotidianos.
Se trata de un festejo en el que se celebra el reencuentro, breve pero feliz, de los vivos con sus muertos con la promesa de alcanzarlos en el más allá, llegado su momento.
En la noche se apagan las veladoras y se despide uno de los difuntos, deseándoles buen viaje de regreso al más allá, pidiéndoles su retorno el próximo año. Al día siguiente se retira el altar y se consumen los alimentos de la ofrenda, que, se dice, ya no saben igual porque los muertos se llevaron su esencia y sabor.

http://es.wikipedia.org/wiki/Altar_de_muertos

Evitamos que se desbordara el Lerma: SZG


Por primera vez, en doce años



Carlos Morales


Tuvieron que pasar doce años y cuatro administraciones municipales, desde que en 1995 sucediera la primera inundación ribereña importante registrada en San Mateo Atenco, para que un Gobierno local lograra evitar, casi en un cien por ciento, el desbordamiento del Río Lerma y la consecuente inundación de gran parte de los barrios situados a lo largo de su ribera poniente.
Año con año, en temporada de lluvias, decenas de familias de los barrios de San Pedro, San Nicolás, San Luquitas y Guadalupe inevitablemente abandonaban sus hogares a causa de la inundación, que en algunos lugares llegaba a alcanzar más del metro de profundidad. Y cada administración, cada autoridad municipal, se preocupaba más por "regañar" a los damnificados por haber construido en la ribera -según nos lo han hecho saber un buen número de familias- que por buscar soluciones definitivas y avanzar en su aplicación. Pero se presentó la conjunción afortunada entre voluntad política de un alcalde, operatividad inteligente de un regidor bien respaldado por su equipo de trabajo y el apoyo indispensable de un Gobierno estatal dispuesto a financiar soluciones a problemas añejos como el que aquí nos ocupa, y ahora comenzamos a ver los resultados de ese trabajo en equipo.
En rueda de prensa efectuada el pasado martes 23 de este mes, el Presidente Municipal de San Mateo Atenco, Santiago Zepeda González, informó a medios de prensa acerca de lo realizado y de lo que harán a futuro en relación con dichas inundaciones, que ya no eran eventualidad sino tradición en nuestro municipio.
"Quiero informar con mayor detalle lo que se hizo -dijo el edil-, pero sobre todo qué sigue para el trabajo que se ha estado realizando conjuntamente con el Gobierno del estado, algunas asociaciones, la sociedad civil, y sobre todo un trabajo muy intenso del Ayuntamiento, para que por primera vez, desde 1995, San Mateo Atenco no se haya inundado este año, como cíclicamente venía sucediendo desde entonces, siendo las más graves las inundaciones sucedidas en 1998 y 2006.
"Ahora nos sentimos muy orgullosos del logro obtenido, y según mi particular punto de vista y el de los compañeros del cabildo, las acciones fundamentales que nos permitieron evitar el desbordamiento del Río Lerma fueron cuatro: 1) limpiamos y desazolvamos más de cuarenta kilómetros de zanjas, drenes y ríos, lo cual es un trabajo impresionante; 2) el Gobierno del estado construyó una planta de bombeo con un valor de más de 20 mdp en el cruce que forman el Río Lerma y la carretera México-Toluca, planta que nos servirá para que el municipio ya no se inunde y para que no se contamine el río; 3) elevamos el bordo de la margen poniente del río unos 90 centímetros, en promedio, a lo largo de más de 4.5 kilómetros; en algunas partes estratégicas se elevó hasta dos metros, y esta acción de elevar el bordo, que consideramos es la más importante que llevamos a cabo, es precisamente la que impidió que el río se desbordara; y por último, 4) establecimos un sistema de bombeo permanente, las 24 horas de día, durante casi ocho meses. Hoy, con menor intensidad, sigue este bombeo.
"Debo recalcar que reconocemos el gran apoyo del Gobernador y las dependencias estatales involucradas, porque sin ese apoyo no lo hubieramos podido hacer. Vamos a firmar y entregar un oficio de agradecimiento al Gobierno del estado y a todas esas instancias.
"Ahora, ¿qué sigue? -se preguntó el alcalde, y continuó-. Hace unas semanas estuve en la oficina de la Secretaría Particular de la Presidencia de la República, donde hicimos un planteamiento: es necesario un proyecto integral que considere las acciones que se tengan que hacer en toda la zona, en toda la región y más allá del estado, porque se trata de un problema estatal, ya que somos 33 los municipios que integramos la cuenca alta del Río Lerma en el estado de México, y mientras no se tenga el proyecto que integre a todos esos municipios, difícilmente resolveremos el problema. Por supuesto estamos conscientes que para resolver un problema de tal magnitud se requieren proyecto integral y un presupuesto del mismo tamaño.
"Esperamos que a través de la Federación o a través de Banobras elaboren ese proyecto, porque de lo contrario cada municipio haremos lo que a nuestro alcance tenemos y podemos, sin resolver el problema, y nos seguiremos inundando y esa lucha algún día la vamos a perder".
Santiago Zepeda informó que la Facultad de Ingeniería de la UAEM ya tiene un proyecto elaborado (que requiere de un presupuesto calculado en 700 mdp), pero que la propia institución lo considera incompleto, y recordó que el Gobierno del estado "ya está proponiendo" la construcción de un drenaje semiprofundo que abarque Toluca, Metepec y San Mateo Atenco.
El alcalde comunicó también que iniciará gestiones con los 33 municipios involucrados para que juntos hagan el planteamiento formal a la Federación y al Gobierno del estado acerca de la necesidad inmediata del proyecto conjunto, "con acciones a corto, mediano y largo plazos, para saber qué hacer con mucha presición", que incluya el saneamiento del Río Lerma y la solución definitiva que impida las inundaciones en toda la región.
Finalmente, Zepeda González informó que las acciones inmediatas que siguen para reforzar más el bordo poniente del Río Lerma, en la zona de San Mateo Atenco, serán al menos dos: elevarlo otros 40 centímetros y ancharlo más.

Ricardo Garibay


(México 1923 - 1999)



Ricardo Garibay, en palabras de su amigo Vicente Leñero, fue un autor consagrado apasionadamente a la palabra escrita y oral. Escribió 48 libros entre novelas, cuentos, crónicas, guiones para cine y teatro, reportajes y memorias.
Aunque su gran pasión fue la escritura, la vida lo llevó por multitud de lugares y oficios, desde sus intenciones truncas de ser boxeador, hasta su desempeño como inspector de burdeles y restaurantes, pasando por jefaturas de prensa. La experiencia fue su primera fuente; la segunda, el escuchar. Garibay nunca grababa, todo lo recordaba; esa capacidad singular caló en sus escritos donde da cuenta de las jergas coloquiales.

"Fraude: México 2006 cumple con informar más allá de los chismes"


El adelanto comenzará a proyectarse el próximo viernes en más de mil pantallas del país

Con una cifra insólita para un documental, se estrenará con 212 copias el 15 de noviembre

Juan José Olivares /La Jornada

"La gente juzgará si Fraude: México 2006 es objetiva o no. Nuestra intención no fue emitir opiniones, sino mostrar hechos, cosas que sucedieron, como otras que se dijeron, sin contar con las evidencias visuales que nos llegaron (más de 3 mil horas de filmación de ciudadanos)", expresó el cineasta mexicano Luis Mandoki, durante una rueda de prensa.
Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox, Felipe Calderón y Elba Esther Gordillo, entre otros, no quisieron verter su opinión en el filme. "¿Les vamos a dar la decisión de que esta película no salga porque no quisieron dar su versión de los hechos?", se cuestionó Mandoki. "No sabía quién había ganado o perdido -continuó- y por eso me interesó invitar a la gente a filmar. Cuando los vi (los videos), me abrieron los ojos y como director lo que veo o siento es lo que puedo trasmitir al espectador. Fue importante que se me abrieran los ojos y quienes lo hicieron fueron los ciudadanos, que por voluntad democrática se fueron a ver qué estaba sucediendo. La cinta abrirá los ojos a algunos, otros dirán que esto no sirve para nada. Yo sólo ofrezco mi trabajo".
Fraude: México 2006 se distribuirá casi "por milagro, gracias a la colaboración de muchos ciudadanos que aportaron (para la producción y distribución). Estrenar un documental en México con esa cantidad de copias nunca ha ocurrido, es histórico e insólito. Creemos que el público mexicano está ávido de información, de saber qué es lo que sucedió más allá de los chismes. Con este trabajo cumplimos con la obligación de informar lo que en la televisión no ha tenido lugar. Estamos orgullos de contribuir para saber qué paso en 2006", aseveró el director de cintas como Voces inocentes y Gaby: una historia verdadera.
Tres metas eran las que se perseguían: "Contar qué, por qué pasó y quiénes fueron los responsables. Contar eso en una hora 40 minutos fue un proceso de meses (de edición)".

Todas las cámaras

El largometraje, que será distribuido en Europa y Latinoamérica por Latinofusión y que, de acuerdo con sus productores se tienen pláticas para ser exhibido en festivales como Cannes, Berlín y Sundance, "no fue una película que se filmó con un tipo de cámara, más bien fueron todos los tipos de cámaras habidas y por haber".
El cineasta recordó: "Cuando vino la elección y los conteos, por Internet invité a los ciudadanos a que fueran a los distritos y casillas y filmaran lo que vieran. Si conseguíamos material de unos 15 distritos estaría bien, pero mi sorpresa fue que llegó material de 300 distritos. Fue un proceso de meses de escudriñar, pero al final quedaron joyas históricas, cosas que nunca había visto.
"En una proyección de Los Angeles, la gente expresó que era una cinta importante para entender no sólo qué pasó en México, sino en el mundo, porque hasta ahora nunca ha habido un reporte visual de qué pasa cuando hay una elección fraudulenta. Lo que quedó en la película son pruebas que no tienen ningún tipo de cuestionamientos, que allí están".
Mandoki reiteró que el problema esencial de la producción fue que el antagonista no quería hablar. "La gente se preguntará por qué no tienen voz; no la tienen porque no la quisieron dar y eso estará explícito en la cinta. Muchas veces pedimos entrevistas con Vicente Fox, Felipe Calderón, Elba Esther Gordillo, Roberto Madrazo, Luis Carlos Ugalde y no aceptaron hablar."

http://www.jornada.unam.mx/2007/10/24/index.php?section=espectaculos&article=a08n1esp

Hablemos de... José Guadalupe Posada

Homenaje a José Guadalupe Posada, 1953 (Linograbado de Leopoldo Méndez)

Leticia Cervón A.

"LA MUERTE NO SIEMPRE ES SOLEMNIDAD, SE JUEGA CON ELLA", dijo Don José y es lo que mejor supo hacer.
Originario de San Marcos, Aguascalientes, nacido el 2 de febrero de 1852, José Guadalupe Posada fue ilustrador y grabador de "oficio", y sus primeras caricaturas las publicó en el periódico El Jicote, un medio de difusión de ideas liberales. Esta sería su manera de combatir la injusticia, la desigualdad y los abusos del Poder.
Fue encarcelado en diversas ocasiones por su labor periodística, pero de todas ellas tomó nuevas herramientas y coraje para reanudar una y otra vez su trabajo de denuncia, desarrollando simultáneamente nuevas técnicas de impresión.
Además de temas políticos, el artista recreó con su ingenio corridas de toros, juegos de salón, cancioneros, novenarios, cuentos infantiles, pero sus obras mundialmente conocidas se refieren a "la muerte", como sin duda lo muestra su famosa Catrina.
José Guadalupe Posada, personaje CLAVE en la historia del Arte Mexicano, murió el 20 de enero de 1913 y fue enterrado en una fosa común.

El coronel (1955) /Parte I


Cuento de Ricardo Garibay



Mi abuelo, hombre de largas barbas y que sabía tantísimas cosas, murió en Tacubaya. Entonces su familia ya no estaba completa: los hijos apasionados se le fueron muriendo porque les dio la gana. Sesenta y sie­te años antes había nacido en Autlán, de ascendencia acomodada y campesina que le metió el gusto por la tie­rra y lo mandó al seminario. Iba y venía; así aprendió desde pequeño lo bueno del viajar, y a vivir entre el re­poso y la violencia de los viajes.
Sólo la muerte logró sujetarlo y no muy frente a fren­te. Una tarde se sintió cansado: eso fue el comienzo. Su cuerpo empezó a deslizarse por una vida calmosa; los hijos mayores sostuvieron la casa. Permanecía en el co­rredor, sentado en el sillón en que ahora yo me siento a escribir, ora tomando el sol, ora leyendo, ora esperan­do; fijaba sus ojos en alguna planta, cruzaba los brazos sobre el pecho y repasaba recuerdos. La melancolía y la enfermedad lo consumieron pronto.
A Tacubaya llegó porque siendo él autoridad en Tecamachalco la víspera de la Revolución, cuatro hombres borrachos armaron un escándalo en la plaza: rayando los caballos gritaban vivas a Madero. Mandó aprehenderlos, les puso una multa de dos pesos y los echó a la sierra. Pero el gobernador lo acusó de connivencia, habló de disolución social y de fusilamientos y ordenó su baja. El último año lo pasó en la ciudad y en gran pobreza. Al­guien que lo hubiera visto entonces no creería lo que de él puede contarse. Se tronchó su vigor súbitamente; la muerte se le vino encima con saña envidiosa; le trajo un terrible cansancio y una amargura que le comía las pala­bras; le hinchó la piel, le dio quejumbre y lágrimas y lo mató.
Le gustaba reír con fuerza, abriendo mucho la boca; igual que mi padre, y tanto, que lo confundieron con el suyo cuando alguna vez en la tienda de un pueblo, feste­jando una broma rio, y entró una mujer gozosa:
-¡ Ah el coronel Garibay, ya lo oí, ya lo oí!
Pero viendo que no era, se puso triste y a preguntar por él.
-Vea lo que son las cosas -decía-, tanto que le gustaba la música, y a usted que no le gusta -porque ella era pianista.
Tuvo once hijos: dos mujeres y nueve hombres. De las mujeres la mayor era hermosa y débil, casó con uno que después fue rico y antes viudo, así ella no miró hijos grandes ni disfrutó riquezas; la menor arrastra todavía sus pasitos picudos y su larga nariz, sus ojos, negros y pequeños como arañitas a punto de saltar, sus priva­ciones y su caudal de díceres; su mundo calcinado la ha nutrido de rencorosa fortaleza y de plañidos que no toleran consuelo. Entre los varones las cosas fueron dis­tintas: algunos no quisieron sufrir y los sobrevivientes se encargaron de hacerlo: el carpintero, el pintor, Rober­to y mi padre; la ráfaga muerte de aquellos y los años de estos otros me han dado qué aprender.
Se comía en la cocina, junto a braseros y comales, entre un ir y venir de viandas, mujeres y cuchicheos. Só­lo la voz del abuelo y la de su esposa podían levantarse sobre el palmoteo de las tortilleras; pero eran muchos los hijos, y el alboroto estaba siempre a punto de soltar­se, y él usaba un gran carrizo contra las majaderías de los más remotos, y las manos contra las de los más pró­ximos; también usaba su voz y sus miradas. La mesa nunca llegó a ser un verdadero zafarrancho.
Quienes lo vieron crecer en Autlán opinaban que te­nía buena cabeza y que sería más que un campesino. An­dando el tiempo él lo demostró; pero también demostró que venía de campesinos.
Salía del pueblo a estudiar y regresaba de vacaciones, y volvía a salir y regresaba. En una de éstas los bandi­dos asaltaron la diligencia. Dentro de las botas, que estrenaba, su madre le había escondido una onza de oro. Le quitaron su equipaje, le pegaron porque lloraba y aca­baron fijándose en las botas. Al zafárselas cayó la onza de oro. "¡Ah el sinvergüenza, miren dónde la traía escondida!" -y lo dejaron pobre y sobándose los car­denales-. El cochero quería que regresara con unos arrieros; pero él se empeñó en seguir como todos, ya sin peligro de ser robados. Llegó a la escuela medio desnu­do y silencioso. Vino contándolo cuando era mayor, con mucha risa y asombro de aquel rubor que le daba porque en su casa conocieran la anécdota.
Sabía latín y francés y sabía mandar soldados.
Muy joven entró al colegio militar y era capitán cuan­do el Sitio de Querétaro. Con lo que allí pasó compuso un libro y un enjambre de pequeñas historias que las gen­tes le fueron pidiendo. Él, de viejo, leyendo la versión oficial, corregía burlonamente: "No, no fue así (pegaba la lengua al paladar separándola con un ligero chasquido y movía la cabeza: '¡Estos partidos...!'), porque fulano dijo..." Y mi padre me contaba que le contaba:
-La noche anterior al día del asalto, se mandaron afilar los sables; chillaban de filo y relampagueban los sables en medio del trajín. -Y me imagino la noche cortada por mil reflejos.
Querétaro le sirvió más tarde: yendo en el tren de un pueblo a otro tuvo hambre y nada qué comer, y dos vie­jas le hicieron plática y él abusó de aquella su memoria y de su encanto contándoles, y las viejas hacían mil re­milgos y suspiraban: "¡Ah, perteneció usted al ejército decente!" -y lo convidaron y lo ayudaron a llevar el viaje.
Muchas simpatías y buenos tratos ganó mi abuelo con su palabra. Discurría, según me imagino, como lo hace mi padre; aunque tal vez mejor porque tenía letras y porque siendo mi padre un señor, el suyo lo era en mayor medida; le ayudaba su tiempo y sus increíbles ojos de brujo o de rey moro, y sus latines, sus barbas, sus vigilantes soldados. Esperando el cometa de Haley, pasó una noche en la huerta contando sus andanzas, y los hijos se olvidaron de dormir escuchándolo. Cada media hora mandaba a alguno a ver, se removían todos, salía ese disparado, escudriñaba el cielo y regresaba gozoso: "No hay nada, es muy temprano". Al principio la madre se opuso; pero acabó llevándoles café caliente y cobijas y apretando más la rueda.
No vivió sin criados ni peligros, pero hizo la herman­dad y la paz por donde anduvo.
Su oficio lo sacaba de las aldeas y lo metía en las al­deas, le daba amigos y se los quitaba, le hacía ver los paisajes de su país y los hombres y los quehaceres, y ma­nantiales perdidos y caminos sin fin. Su mirada se hizo de esto dulce y dura, su voz, extensa y apretada, su ade­mán, tranquilo e iracundo. Se fue tostando su piel por el sol y el aire de todos los lugares, se fue animando su ser y acrecentándose.
Era coronel y era valiente. Y era tan valiente que se bañaba tarareando canciones cuando en Jacala lo ataca­ban los serranos. El gobierno expropió los terrenos de la sierra. El pueblo empezó a temer y a emigrar; pronto hubo sólo unos cuantos; los comercios, cerrados; las ca­lles, quietas. Los soldados huían de noche. Por las afueras merodeaban indios solos algunas tardes. "Van a venir" -decían los que quedaban. El abuelo mandó a su hijo mayor a la casa de un vecino y se encerró en el edificio del gobierno con veinte o treinta -entre soldados y ci­viles-, armas, parque, medicinas y alimentos. Desde las azoteas, tumbados boca abajo, los centinelas sor­prendían carreteras de puntos allá lejos, o el humo de al­gún fusil que disparaba, o el trote que bajaba hasta el pueblo y esperaba la oscuridad para asomarse a todas las ventanas. Veían pasar al hombre debajo de ellos, pe­gado a la pared y corriendo silenciosamente, o lo veían aguantar la lluvia de toda la noche mirando a donde estaban. En las mañanas cruzaban los arrieros volvién­dose hacia las puertas cerradas. Así varios días con sus noches, hasta que en una recibieron recado: "Para el al­ba. Por el lado de arriba. Van todos". Dicen que no durmieron, pegados a los pretiles de la azotea, y que el Coronel, con su luz encendida, estuvo leyendo hasta muy tarde; que al fin en la madrugada empezó la cosa, pero de muy lejos; y fue clareando el día y no veían nada, y que a eso de las seis, ya el sol calentando, se dieron cuenta: bajaban por el cerro como hormigas, co­mo si se desgranara el cerro, todavía muy chiquitos cuando fueron al Jefe y lo despertaron y aquél empezó con sus costumbres y los soldados urgiéndolo mientras se bañaba; bajaban gritando, subían gritando, bajaban a golpear la puerta. "¡Jefe, ya vienen!", y él se rasuraba; por la ventana blanqueaba la sierra, y él se enjugaba pa­cientemente con la toalla; que subió con los otros y se tirotearon siete días y siete noches sin dormir, sin aban­donar los puestos y dándose ánimo con injurias y gritos roncos; y que tuvieron a raya a los serranos hasta que llegaron federales a perseguirlos.
El Coronel fusiló a mucha gente, y en Jacala lo odia­ron. Fue trasladado, pero años después, ya nacido mi pa­dre -que lo vio-, hubo de regresar, y era la muerte segura. Iba a caballo por el monte una tarde acompaña­do de algunos, cuando al llegar a un claro un ranchero que labraba se le quedó mirando: paró la yunta, sacó su pañuelo para limpiarse la fatiga, dio vuelta haciéndo­se sombra con un brazo, abriendo las piernas y palpán­dose con la otra mano la cintura. "Si lo ven, se avisan y usted no sale de allá" -le habían dicho a mi abuelo. El hombre fue acercándose. El Coronel iba al paso y apretó la rienda de modo que el caballo, más que caminar, se balanceaba adelantando apenas. Clavó sus duros ojos en el que se cerraba. Ya a unos cuantos metros. Los que venían detrás se pusieron tiesos y regaban la vista bus­cando, tiraban de las riendas, y el estrépito de bestias contenidas llenaba el paraje. La cara del Coronel era de piedra, y sólo sus ojos, allá en el fondo, chispeaban.
-Qué ¿no es usté el coronel Garibay?
De altanero, el hombre se hizo diminuto sobre los surcos; se suavizó su mirada; se iban colgando sus la­bios.
-Caray -dijo-, qué tompiates tiene usté -porque creían que nunca regresaría.Un jornalero, porque lo agraviaron, tuvo que ver con el dueño del rancho donde trabajaba. Se cruzaron pala­bras. El dueño se fue a su casa y el peón se fue a espe­rarlo. Con paciencia logró hallarlo solo y allí lo apuñaló. Fueron corriendo al Jefe. Salieron todos, aprehendieron al ruin, y armando una camilla echaron hacia el pueblo vecino con el herido, a ver un médico. Muchos los acom­pañaron hasta la salida. Después siguieron solos: mi abuelo adelante, dos soldados atrás, y enmedio cuatro hombres cargando el toldo; uno de ellos era el heridor. Caminaban. Iban por la margen de un rio bordeado de interminable hilera de eucaliptos. Rumoreaban las fron­das; el agua chapaleaba apenas contra las piedras del rio. Llegaban ruidos de labranza, voces de animales. Se topaban con alguna lavandera -anudada su trenza hú­meda sobre la nuca, enrollado el vestido hasta los mus­los- que se azoraba viendo la carga y: "Vayan con Dios..." -decía, para volver al sube-y-baja de su ta­rea-; y con algún arriero que se paraba descubriéndose mientras pasaban: "Vaya con Dios l’amo..." A ratos se juntaba la orilla con el bosque y habían de seguir por las veredas largo trecho. Descendían. Se despejaba el paisa­je en algún valle: tierras surcadas, tierras de tiernas matas, tierras de humedad, de sol, de dueño agonizante. Volvía a incrustarse la margen entre sembradíos; se ten­día bajo los eucaliptos largamente.

(Continuará)